miércoles, 1 de junio de 2011

52. ¡Hola!. Mentir.

Hoy por la tarde, en la calle, un joven negro en la bici me decía: ¡hola! Y yo... mirando por ahí y por acá por si había más gente. Resulta que no..., así que pensé que este saludo era a mi y le solté un tímido hola. Eso le alegró y parece ser que también le animó a hablarme más.

Impresionante su equilibrio en la bici. Mi ritmo era lento y aún así no era un obstáculo para él. Me continuaba hablando mirando hacia delante y hacia mí.  Le entendía solo unas palabras sueltas, pues decidí decirle que perdón, que soy sorda....

Me dice sorprendido: ¿si? ¿sorda? ¿Y este teléfono?

Sonreí y entendí su mensaje indirecta. Guardé mi móvil y le comenté ¡Sí! ¡Me comunico con mensajes y utilizo internet!

Eso le hizo reflexionar, porque se le veía así de pensativo... Y me preguntó (otra pregunta): ¿Cómo te llamas?

Dudé unos instantes, ¿por qué no me invento un nombre? pensé. Al final me dije que más da, "Raquel".

Raquel, ajá.

Un preguntón y con muchas ganas de hablar... Salió de su bici. No me extraña. Debe ser duro intentar no caerte de la bici a un ritmo lento y en la calle no tan vacía, con la gente andando y algunas zonas con obras (yo lo hice aposta para ver si se iba... Me equivoqué).

¿Eres de aquí? ¿Dónde vives? Me hizo despistar otra vez de mis pensamietnos. Le dije sí, de aquí. Vivo aquí. (obviamente no quería darle detalles, de momento no, que me seguía siendo desconocido)

Pensé y yo que no le he hecho ninguna pregunta... ¿Y tú? ¿Eres de aquí? Me contestó con un sí, soy de San José.

Ajá, ¿Y cómo te llamas?

Sisi, Isi, o algo así me pareció entenderle.

¿A dónde te vas? Me preguntaba.

Le dije la verdad: A coger el autobús.Y ya estaba casi a diez metros de la parada del bus.

¿Me dejas tu número, tu teléfono?

Aquí si que empece a mentirle, me hice la sorda: ¿Qué?. Insistía. No te entiendo.... repite (para hacerlo más creíble). Al final cogió su móvil y escribía algo al mismo tiempo sujetando la bici y andando a mi lado.

Ya estábamos en la parada y justo vino mi bus. No tenía que esperar nada. Le dije, aquí está mi bus, ¡hasta luego! o algo así. Y él, creo que estaba como fastidiado y sonriente al mismo tiempo, me despidió alzando su mano.

Creo que vio mi mentira pero no dijo nada.

Debo aprender a mentir un poco mejor, ¡pues!

Una anécdota curiosa.